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23 d’abril del 2022

Premis del Concurs de contes breus i poemes i del Concurs de cal·ligrames

Divendres 22 d'abril, dejuni de Sant Jordi, es van lliurar els premis de dos concursos literaris que organitza la biblioteca de l'institut.


Del Concurs de contes breus i poemes, organitzat per Sant Jordi, es van donar cincs premis a:

Meritxell Mulet Ramos, de 1r d’ESO, pel conte “Canvi d’amics”.

Ester Martin Altadill, de 2n d’ESO, pel conte titulat “La petita assassina”.

Arantxa Sayas, de batxibac, pel conte que porta per títol “La llibertat”.

Francesc Teruel, de 2n de batxillerat humanístic, pel poema titulat “Records”.

Marta Ferrer, alumna en pràctiques d'Educació física, pel poema “Subjectes”.


Del Concurs de cal·ligrames, organitzat pel Dia Mundial de la Poesia, es van donar cincs premis més a:

Àfrica Poch Gironés, de 1r ESO, pel cal·ligrama "Estoy sumergida en el agua..."

Àlex Campillo Curto, de 1r d’ESO, pel cal·ligrama "Sol i amb música...".

Marta Carles Favà, de 2n d’ESO, pel cal·ligrama "Potser és fàcil...".

Marta Insa Alegria, de 3r d’ESO, pel cal·ligrama "Al borde de la muerte...".

Arnau Garcia Llorach, de 4t d’ESO, pel cal·ligrama "En aquesta nit d'hivern...".


L'acte es va emetre en directe al programa de ràdio Especial Sant Jordi que va fer l'alumnat de l'optativa Fem ràdio al vestíbul de l'institut.

De premi es va donar un llibre de lectura, un llibre de redacció, un diploma i un val per a la compra de llibres, material escolar o artístic al comerç local per valor de 30 o 25 euros.

Enhorabona a totes i a tots!


Estoy sumergida en el agua...

 

Àfrica Poch Gironés 

Poema premiat en el Concurs de cal·ligrames 2022, en la categoria de 1r d’ESO.

Al borde de la muerte...

 

Marta Insa Alegria 

 Poema premiat en el Concurs de cal·ligrames 2022, en la categoria de 3r d’ESO.

21 de desembre del 2021

Premis del XII Concurs de microrelats de terror 2021















El jurat del XII Concurs de microrelats de terror 2021, format pels responsables de la biblioteca de l'Institut Cristòfol Despuig, amb el suport dels departaments de Català, Castellà i Llengües estrangeres, ha acordat donar els premis següents:

Categoria primària

Relats en català

«Deleted», d’Oriol Bertomeu

Escola Sant Miquel, Deltebre

«El malson després del confinament», d’Óscar Celma Targa

Escola Sant Roc, Paüls

«El cas sense resoldre», de Jesús Serrano

Escola Consol Ferré, Amposta

Premi especial cicle mitjà

«Els playmòbils terrorífics», d’Arnau Bellido Curto

Escola Xerta, Xerta

Relats en castellà

«Sueños premonitorios», d’Irene Siotto Balagué

Institut-Escola 3 d’Abril, Móra la Nova

«Mi disfraz», de Yura Achahbar Rubio

Institut-Escola 3 d’Abril, Móra la Nova

«El castillo embrujado», de Guillem Morató Sambartolomé

Escola Cinta Curto, Tortosa


Categoria secundària

Relats en català

«La presó dels morts», d’Edgar Juan Balagué

Institut de Tecnificació, Amposta

«L’ós Mimi», de Vera Checa Miralles

Institut Dertosa, Tortosa

«Aquella noia», d’Elisabet Rueda Botella

Institut Cristòfol Despuig, Tortosa

Premi especial

«13 de Novembre», d’Angélica Berruecos Mejia

Institut de Flix, Flix

Relats en castellà

«Oscuros recuerdos», de Maria Algara Camins

Institut Cristòfol Despuig, Tortosa

«Mi tercer ojo», d’Anouk Galván Royo

Institut Cristòfol Despuig, Tortosa

«El bosque de las almas perdidas», de Mar Pascual Soler

Institut Julio Antonio, Móra d’Ebre

Relats en anglès

«A scary doll comes to my life», de Sargunpreet Kaur

Institut Dertosa, Tortosa

«A night in the subway station», de Jaume Daudén Balagué

Institut Dertosa, Tortosa

«The mystery house», d’Aleix Poy Beguer

Institut Dertosa, Tortosa


Categoria batxillerat i cicles formatius

Relats en català

«Encadenats als missatges», de Neus Hierro Fontanet

Institut Dertosa, Tortosa

«El somni de Sòcrates», d’Adrià Castelló Martí 

Institut Cristòfol Despuig, Tortosa

Relats en castellà

«Expiación», de Júlia Añó Bort

Institut Dertosa, Tortosa

«El juego de la ventana», de Claudia Meseguer Villó

Institut Cristòfol Despuig, Tortosa










Aquí podeu veure el vídeo amb l'anunci del guanyadors del concurs presentat per un grup d'alumnes de segon de batxillerat humanístic-econòmic.

Si voleu llegir els relats premiats, cliqueu a sobre dels títols dels relats o llegiu el llibre sencer a Issuu.

La resta de contes premiats en altres convocatòries està disponible al blog Calaixó de sastre i també en format de llibre electrònic a Issuu.


El juego de la ventana



Solía jugar de pequeña, siempre en las noches del último mes. Las reglas eran sencillas: con la ventana abierta de par en par, imaginaba que una presencia incorpórea me acompañaba. Jugaba por simple aburrimiento, y siempre me iba a dormir sin más, pues nunca logré sentir nada. 

Un 31 de octubre, me acordé del espeluznante juego y decidí jugar una última vez. Abrí la ventana, la brisa recorrió mi piel. Me imaginé a esa criatura sin rostro ni cuerpo delante de mí. Como todas las otras veces, no obtuve resultado. Apagué la luz y me arropé entre mis sábanas, convencida de que nada iba a suceder, pero por una razón ajena a mi entendimiento, no podía conciliar el sueño.

Fue entonces que empezó la pesadilla. Toc, toc, toc..., alguien estaba dando golpes al cristal. Al principio eran leves, como si la criatura verificara que yo estaba despierta. Incrementaron cuando yo intentaba hacerme la dormida. No podía ignorarlo, taladraban mis oídos al punto que sentía que mi ventana se iba a romper. Sentía el viento huracanado de fuera, la rabia de esa criatura intentando perforar mi alma, rencorosa por haber perturbado su descanso eterno. No miré, no me atreví.

Sin embargo, ya no puedo mirar la luna en paz. Cuando abro la ventana, siento que me observa, y que me maldice. Y llegará el día que no mantendrá las distancias.



Claudia Meseguer

Institut Cristòfol Despuig, Tortosa


*Conte premiat en la categoria de batxillerat i cicle formatius en el XII Concurs de microrelats de terror 2021, organitzat per la biblioteca de l'Institut Cristòfol Despuig.



Expiación



Había ojos por todos lados. Ojos negros, tanto de iris como de pupila. Habían aparecido por las paredes, por el techo y por el suelo y me miraban. Asustado, me levanté de la cama y abrí la luz de la habitación. Todos los ojos se cerraron por el repentino resplandecer y quedaron camuflados, como si nunca hubiesen existido. Yo temblaba. Quería salir corriendo e ir a pedir ayuda a mi mamá, pero mis piernas no respondían. Quería gritar, pero mi voz no salía. 

Cuando recuperé la movilidad me dirigí hacia la puerta, pero Mía se interpuso en mi camino.

—No lo hagas— me dijo.

—¿Por qué?— pregunté desesperado.

Pero en lugar de responderme, Mía apagó la luz. La habitación no quedó completamente a oscuras, pues entraba una tenue luz por la ventana abierta.

—¡Mía! ¿Pero qué haces? ¡Abre la luz!— grité entre el pánico.

Ante el ruido y el movimiento, Maya, la pequeña perrita que dormía a mis pies, se levantó de la cama y se dirigió hacia mí. Los ojos, otra vez abiertos, otra vez atormentando, la tenían en su punto de mira. Apareció, entonces, una gran boca en el suelo, que alargó la lengua como un látigo hasta atrapar la perrita que agonizaba y la devoró sin piedad, provocando, entre mordisco y mordisco, un ruido extremadamente desagradable que perforaba mi cráneo y se metía de lleno en mi cerebro. Los dientes resplandecían como cuchillas bajo la tenue luz, cubiertos de sangre y pelo, esperando a su próxima presa. Que sabía, sin duda, que iba a ser yo.

—¡Déjame salir, Mía! ¡Por favor, déjame salir!— le supliqué—¡Siento mucho aquello! ¡De verdad que lo siento mucho! ¡Por favor, tienes que ayudarme!

Y como más gritaba más lloraba. Aunque desde un principio sabía que Mía no iba a ayudarme. Y tenía todo el derecho a no hacerlo.

La chica me abrazó.

—No te preocupes, Liam—me susurró— Te perdono.

Y con esas palabras cesaron mis llantos. Al fin, al fin Mía me perdonaba. Por primera vez en mucho tiempo me sentí ligero. Y tan, tan feliz... Lo siguiente, fue todo negro. El aliento del monstruo de los ojos me envolvió. Y sus dientes, como una guadaña, me llevaron al infierno.

En medio de todo ese negro, recordé. Me vino a la mente esos veranos de mi infancia, cuando jugaba con Mía todo el día, sin importarme nada más. Ella llevaba ese vestido blanco, el que tenía topitos rojos y un lazo en la cintura. Era su favorito. Íbamos camino hacia nuestro escondite secreto, caminando por el lado de esa carretera del final del pueblo que nuestros padres nos habían dicho que no podíamos cruzar. Y hablando y riendo, yo miraba los coches pasar a toda velocidad por nuestro lado, y me preguntaba ¿qué pasaría?, ¿qué ruido haría?, ¿cómo me sentiría? La curiosidad continuaba creciendo y creciendo en mi interior hasta que, antes de darme cuenta, empujé a Mía hacia la carretera y el camión no fue a tiempo de frenar. Desde ese día, Mía me seguía a todos lados y me miraba, culpándome por lo sucedido. Y, finalmente, ahora que los ojos, que la culpa, se ha llevado también mi vida, por fin podré descansar a su lado, como tanto, tanto había deseado.



Júlia Añó Brot

Institut Dertosa, Tortosa


*Conte premiat en la categoria de batxillerat i cicle formatius en el XII Concurs de microrelats de terror 2021, organitzat per la biblioteca de l'Institut Cristòfol Despuig.


El bosque de las almas perdidas


El bosque de las almas perdidas relata la leyenda del bosque donde las sombras juegan con el alma de los niños perdidos y los árboles se convierten en sombras fugaces que atormentan a cualquier niño inocente que pasa cerca. 

Hacía tiempo que ya no tenían un alma con la que jugar y esta vez querían un alma especial.

Madison y Hannah eran dos niñas gemelas que vivían en un pequeño pueblo, pero desde luego nadie diría que eran gemelas por su carácter o aspecto físico.

Madison era una niña de cabello castaño claro con unos mechones rubios, ojos de color verde como las hojas de los árboles cuando florecen y piel de color moreno. Era una niña muy sociable.

En cambio Hannah era una niña con un cabello tan negro como la noche más oscura, ojos azules y piel blanca como la nieve. Era muy callada.

Como la mayoría de los días fueron a jugar a la pradera cerca del molino del pueblo con las demás niñas. Estaban jugando con la pelota cuando de pronto la pelota salió disparada hacia el bosque. Era el turno de Madison de ir a recoger la pelota. Se adentró en el bosque y comenzó a oír la risa de unos niños. Madison corrió al lugar donde se escuchaban las carcajadas y cuando estaba a un par de metros se dejaron de escuchar; en su lugar encontró un parque lleno de toboganes, columpios, ruletas y balancines. Se quedó impresionada. Se quería quedar allí pero escuchó la voz de su hermana y la del resto de los niños preguntándole si había encontrado la pelota. Madison se apresuró a buscar la pelota y la encontró en un árbol cerca de la pedrera donde se encontraba el resto. Pensó en compartir su descubrimiento con sus amigos, pero luego pensó que quería ese parque para ella y su hermana.

Cuando llegaron a casa Madison le contó a Hannah lo que había visto y dijo de ir después de comer al bosque al día siguiente. Hannah dijo que era peligroso porque en el bosque muchos años atrás desaparecieron tres niños y también varios ganados. Pero Madison la consiguió convencer y así quedaron.

Al día siguiente, sobre las cinco de la tarde, emprendieron el camino. Comenzaron a adentrarse en el bosque pero no encontraron nada. Hannah pensó: “Creo que mi hermana ha perdido la razón”. Después se dió cuenta que había perdido la pulsera que le regaló su difunta abuela, avisó a Madison que tenía que buscarla y quedaron que Madisson la esperaría buscando el parque o en la entrada del bosque y ella buscaría la pulsera y más tarde iría.

Hannah buscó por bastantes sitios pero entonces una abrumadora niebla bajó y le impidió la visión. Entonces la niebla desapareció y en su lugar encontró un parque lleno de niños jugando. Hannah encantada se quedó a jugar pensando que su hermana ya encontraría el parque. Pero algo raro había en esos niños, nunca los había visto y llevaban vestimenta antigua. Poco a poco Hannah comenzó a perder la memoria por los encantos de las sombras y empezó a volverse un poco loca.

Madison sospechaba que algo raro sucedía porque su hermana no aparecía y fue a buscarla. Un destello pasó rápidamente por su lado y Madison lo persiguió. Entonces encontró el parque donde estaba su hermana y alegremente fue a abrazarla, pero rápidamente se dió cuenta que su hermana no la reconocía ni siquiera le hacía caso.

Salió apresuradamente para pedir ayuda pero no podía salir. Entonces las sombras aparecieron y le explicaron a Madison que, en su nuevo juego entraban ella y su hermana y que su condena sería convivir con su hermana la cual no le reconocía para el resto de los tiempos.

El pueblo después de descubrir que las niñas se perdieron cerca del bosque, donde no fueron nunca más vistas, decidieron poner un muro para que nadie pasara. Ahora han pasado muchos años desde este suceso y el muro se ha caído a pedazos y nadie se acuerda de este suceso, pero os recuerdo que el bosque sigue en acción y puede ser que tu seas el siguiente en correr la misma suerte que Madison.


Mar Pascual Soler

Institut Julio Antonio, Móra d'Ebre


*Conte premiat en la categoria de secundària en el XII Concurs de microrelats de terror 2021, organitzat per la biblioteca de l'Institut Cristòfol Despuig.

Mi tercer ojo



Era un día normal y estaba con unos amigos de mi escuela, cuando el aburrimiento empezó a invadir la sala y pensamos que era una buena idea jugar a verdad o reto. ¿Yo? Yo soy una adolescente de 16 años, Akane Shiba. Era una estudiante de intercambio que se sentía presionada por un estereotipo de vida perfecta. 

Todo estaba normal, unos retos cualquiera, hasta que me eligieron a mí. Me dijeron que mi reto era abrir un tercer ojo y comprobar si era verdadero. No solía creer en este tipo de cosas, así que alegremente accedí y acepté el reto. Así fue cuando leímos cómo abrirlo e hicimos el procedimiento. Aunque yo, extrañada, sentí un fuerte dolor de cabeza, lo ignoré y seguí. Todo fue normal hasta el día siguiente. Me levanté de mi cama, me miré al espejo y vi una niña reflejada. Miles de pensamientos invadieron mi cabeza llena de dudas. Yo, aun con el miedo y la intimidación puesta en mí, la ignoré y me fui a la cocina, quería buscar información. Al cabo de un rato, escuché unas pisadas. En ese momento mis padres no estaban, así que lo siguiente que pensé fue con esa niña. Al momento de recordarla encendí mi música. Aunque ahora no la veo, siento su presencia, sé que me está observando desde el marco de la puerta.

Al día siguiente mi madre me preguntó el porqué estoy de este modo ‘‘¿Así cómo?’’ respondí con mucho enojo. Ella nota mi malestar, lo que ella no sabía es que justo en ese instante no estábamos solas, estaba esa niña ahí, abrazando una de sus piernas mientras tenía una sonrisa a cada extremo de su cara.

Ella me ve comiendo, hablando, durmiendo... Sabe todo de mí, cada detalle de mi vida. Cuando ella se enoja, tira mis cosas al suelo, y algunas veces me levanto con moretones en todo mi cuerpo. ¿Cómo le digo a la gente que logró ver a una niña que está desaparecida desde hace cuatro años?

Cuando la policía terminó de leer mi diario, mi familia y amigos empezaron a llorar. ¿Quién diría que luego de escribir esa carta yo fui la siguiente en desaparecer?


Anouk Galvan Royo

Institut Cristòfol Despuig


*Conte premiat en la categoria de secundària en el XII Concurs de microrelats de terror 2021, organitzat per la biblioteca de l'Institut Cristòfol Despuig.

Oscuros recuerdos




En un instante abrí los ojos y vi que estaba en medio del bosque, estaba oscureciendo, no recordaba nada, ni cómo había llegado hasta allí, ni siquiera quién era yo.

Yo pensaba que era una pesadilla como cualquier noche, pero después de un rato me di cuenta de que me estaba equivocando. Después de estar unos minutos intentando levantarme, reuní todas mis fuerzas y conseguí mi objetivo.

Caminé durante un buen rato por el bosque hasta que llegué a una especie rara de cabaña muy pequeña. La estructura era de tablones de madera y tenía una puerta hecha de una rama de pino lo suficientemente grande como para que no se viera lo que había dentro.

Decidí entrar y una vez dentro no me podía mover porque apenas cabía. Observé y vi que por las paredes había dibujos como si fueran de una niña pequeña.

De repente escuché un grito agudo muy fuerte, salí lo más rápido que pude y vi a un hombre, muy alto y corpulento, con un traje y sombrero negro a juego. Me escondí detrás de un gran pino para que no me viera. 

Entonces apareció una niña pequeña y vi que estaba levantándola bruscamente del suelo. Yo me paralizé y seguí viendo lo que ocurría. Levanté la vista del suelo y vi que la estaba ahorcando lentamente hasta que al final dejó de respirar. La cogió del suelo rápidamente donde se había caído y se la llevó mientras miraba hacia todos lados asegurándose de que nadie le hubiera visto. En ese preciso instante hice memoria y recordé que esa inocente niña era yo. Estaba recordando mi vida pasada.


Maria Algara Camins

Institut Cristòfol Despuig, Tortosa



*Conte premiat en la categoria de secundària en el XII Concurs de microrelats de terror 2021, organitzat per la biblioteca de l'Institut Cristòfol Despuig.

El castillo embrujado


Era una noche fría del año 1312. En su castillo de Glasgow, Lord John caminaba por uno de los pasillos ancho y largo. La estancia estaba iluminada tenuemente por antorchas, sus pequeños pasos rompían el absoluto silencio.

Estaba temblando como un flan sobre una lavadora en marcha. Le habían hablado mucho de ella, había escuchado antiguas leyendas donde contaban que acababa con todo lo que se interponía en su camino. Cada vez la oía más cerca, de repente, la luz de las antorchas se apagó, notó una especie de aire gélido, y entonces apareció... la muerte, vestida con su capa negra y su capucha, se lo llevó para siempre.


Guillem Morató

Escola Cinta Curto, Tortosa


*Conte premiat en la categoria de primària en el XII Concurs de microrelats de terror 2021, organitzat per la biblioteca de l'Institut Cristòfol Despuig.






Mi disfraz





Se aproximaba Halloween y yo aún no tenía mi disfraz. Ese año a mi personalmente me apetecía dar mucho miedo.

Me puse a investigar, encontré varios sitios donde había disfraces muy chulos, pero ninguno daba suficiente miedo.

Después de días de investigación, encontré una tienda lo suficientemente terrorífica, la cual tenía un cementerio abandonado al lado. Eso llamó mi atención.

Cuando llegué a la tienda daba más miedo de lo que yo creía. Había una neblina que estaba alrededor de la tienda. Esa neblina hacía que la tienda diera mucho miedo. Cuando entré en la tienda, no había nadie. La poca luz que había se reflejaba en los ojos de las máscaras y eso les hacía tener un aspecto vivo. Sentía una presencia y eso hizo que un escalofrío me recorriera todo el cuerpo.

Me sentí decidida y grité varias veces:

—¡Hola! ¿Hay alguien ahí?

Un horrible silbido me contestó. Me sentía observada, me giré para ver si había alguien y, de repente, algo me golpeó muy fuerte la cabeza y me desmayé.

Me desperté en una habitación oscura, tenía mucho frío, había manchas en el suelo y cuerpos sin cabeza colgados en las mugrientas paredes de ese horrible lugar.

Entró alguien en la habitación. Llevaba una máscara antigases llena de sangre, también llevaba un delantal y unos guantes blancos llenos de sangre.

Mantuvimos contacto visual, se acercó, me miró y me clavó un cuchillo. Pegué un grito tan fuerte que se me desgarraron las cuerdas vocales.

Pensé que todo se había acabado, pero sentía todo lo que me hacía.

Me abrió un agujero en la barriga con sus propias manos. Me sacó los órganos y me rellenó de lana blanca rasposa que con mi sangre se hizo roja. Cuando acabó, empezó a cantar una canción en ruso y me cortó la cabeza. Aunque estuviera muerta, me retorcí de dolor. Finalmente, me selló la cabeza con hilo de pescar.

Después, enterró mi cabeza en el cementerio de al lado.

Mi cuerpo pasó a formar parte de la colección de maniquíes que había en su tienda.



Yura Achahbar Rubio

Institut-Escola 3 d’Abril, Móra la Nova


*Conte premiat en la categoria de primària en el XII Concurs de microrelats de terror 2021, organitzat per la biblioteca de l'Institut Cristòfol Despuig.




Sueños premonitorios


Me despierto, tengo la sensación de que no hay nadie. No están mis padres, no está mi gato, solo el silencio y la niebla que invade la calle. Miro el reloj, ¿dónde están sus agujas? No, por más que busque no hay nadie.

Bajo las escaleras de mi casa y abro a puerta. Al abrirla, me encuentro en el cielo, literalmente. Paso por al puerta y al cerrarla, desparece detrás de mí y me quedo solo. Solo, hasta que caminando, encuentro una escalera que sube hacia las nubes. ¡Ojalá hubiera pensado antes de treparla! Subiendo encuentro unos ángeles, son algo peculiares, solo con un ojo y dos grandes alas. Siento escalofríos al verlos.

Me llevan hacia el final de la escalera, donde encuentro una pequeña y bonita casa con una puerta parecida a la de mi casa. “Escucha bien, pronto no podrás”, me dice un ángel. No le hago mucho caso. Entro en la casa y noto como caigo hacia el vacío mientras oigo una motosierra cortando algo próximo. Noto un dolor profundo y pierdo el conocimento.

¿Dónde estoy? ¿En el hospital? No me puedo mover, veo médicos y a mis padres llorando. Hablan y me abrazan, pero no puedo oírles. Consigo moverme, me toco al cabeza y no siento mis orejas. Recuerdo las palabras del ángel y el ruido de la motosierra. Intento hablar, pero tampoco oigo mi voz, ha desparecido como un papel entre el fuego, como la nieve en el sol... como mis orejas.


Irene Siotto Balagué

Institut-Escola 3 d’Abril, Móra la Nova


*Conte premiat en la categoria de primària en el XII Concurs de microrelats de terror 2021, organitzat per la biblioteca de l'Institut Cristòfol Despuig.


24 d’abril del 2021

Haikús il·lustrats

Aquí teniu els haikús premiats en el Concurs de haikús il·lustrats organitzat en motiu del Dia Mundial de la Poesia 2021 al nostre institut. 

 A 1r ESO es van donar donat dos premis i tres accèssits perquè els treballs s'han fet manualment i la participació ha estat molt alta. 

 

 
Helena Parreu, 1r ESO D  
 

Amada Nataly Mendoza, 1r ESO D

 

Daniel Juncar, 1r ESO D 



Els arbres són verds Mario Pla, 1r ESO B



Quim Panisello, 1r ESO D


A la resta de cursos d'ESO es van donar dos premis en català i dos premis i un accèssit en castellà, on la participació també va ser molt alta. En llengües estrangeres es van donar encara dos premis més: un d'alemany i un d'anglès. 


 Gina Sebastià, 1r BAT HUM

 

 Amanda Cutts, 4t ESO B

 

Sophia Ferri, 2n BAT HUM



Adrià Castelló, 4t ESO B

 

Gerard Guerrero, 3r ESO B

 
 

Elena Weiss, 3r ESO C

 

 Dàmaris Tafalla, 1r BAT HUM

 
Enhorabona a totes i a tots! 
 
 

L'acte de lliuraments dels premis es va fer el Dia del Llibre al vestíbul de l'institut i es va emetre en directe en el programa de ràdio especial de Sant Jordi

Els treballs presentats s'han pogut veure aquests dies en el mural i en la projecció audiovisual que s'ha muntat al vestíbul.

 


 

16 de gener del 2021

Premis del XI Concurs de microrelats de terror 2020

 

El jurat del XI Concurs de microrelats de terror 2020, format pels responsables de la biblioteca de l'Institut Cristòfol Despuig, amb el suport dels departaments de Català, Castellà i Llengües estrangeres, ha acordat donar els premis següents:

Categoria primària

Relats en català

«La nina diabòlica», de Leonor Nomberto Fernández
Escola Xerta

«Retorn de la mort», de Pau Pocurull Leon
Escola Raval de Cristo

«El Hallloween que ho va canviar tot», d'Arlet Freixa Borràs
Escola Dr. Ferran i Clua, Corbera d'Ebre

«El noi de negre», de Ferran Romera Puell
Institut Escola 3 d’Abril, Móra la Nova

3r premi especial 1r cicle

«Les nines sense cap», de Mariona Pérez Bret
Escola Sant Miquel, Ascó

Relats en castellà

«La Pesadilla», de Mar Pascual Soler
Escola Lluís Viñas i Viñoles, Móra d'Ebre

«Laughin Jack», d'Iratxe Aquilue Inglés
Escola Lluís Viñas i Viñoles, Móra d'Ebre

«El terror de una noche», de Míriam Sans Peig
Escola El Diví Mestre, Vilalba dels Arcs

Relats en francès

«Le jeu de la mort», d'Alexandra Simon Obiol
Institut Escola El Temple, Tortosa

Relats en anglès

«An unexpected letter», d'Àngela Vallespí Sancho
Escola Llorenç Vallespí i Vidiella, Benifallet
 

Categoria secundària

Relats en català

«Al·lucinació», d'Adrià Castelló
Institut Cristòfol Despuig, Tortosa

«A través de la finestra», de Yuraina Carbó Franch
Institut de Deltebre

«Una nit al bosc», de David Carmona Muñoz
Institut de Tecnificació, Amposta

Accèssit

«Una mirada de previ avís», d'Alba Lapeira Canalda
Institut Escola Daniel Mangrané, Jesús

Relats en castellà

«¡¡¡Triscaidecafobia o no!!!», de Júlia Segarra Royo
Institut Cristòfol Despuig, Tortosa

«El arrozal», de Marta Carles Favà
Institut Cristòfol Despuig, Tortosa

«La sombra negra», de Sara El Bouhali
Institut Escola 3 d’Abril, Móra la Nova

Relats en anglès

«The shadow», de Rubén Solà Herrera
Institut Dertosa, Tortosa


Categoria batxillerat i cicles formatius

Relats en anglès

«Human Hideut», d'Eva Zhu
Institut Dertosa, Tortosa


El lliurament dels premis es va fer de manera virtual amb la publicació d'aquest vídeo que van gravar alumnes de batxillerat i de 4t d'ESO.

Si voleu llegir els relats premiats, cliqueu a sobre dels títols dels relats o llegiu el llibre sencer a Issuu.

La resta de contes premiats en altres convocatòries està disponible al blog Calaixó de sastre i també en format de llibre electrònic a Issuu.





La sombra negra


26 de octubre


Como cada mañana, la espesa niebla y el frío abundaban en mi pequeño pueblo. Lo que no sabía era que aquel día cambiaría mi destino para siempre.

Al despertarme, noté una extraña sensación en mi cuerpo. La casa estaba vacía. ¿Dónde estará mi familia? Rondaba esa pregunta en mi cabeza. Aún así pensé que volverían y como de costumbre fui a comprar el pan.

Al salir no veía la presencia de ninguna persona, las tiendas estaban cerradas. ¿Dónde estaba metido todo el mundo? Era como si la tierra se los hubiera tragado.

Volví a casa, encendí la televisión, puse las noticias y lo escuché. Advertían de la extraña desaparición de personas y decían que los supervivientes se quedarían en casa en un lugar seguro.

Una semana después, la comida se me acababa, el agua era escasa y no había luz. Así que decidí salir en busca de comida y de alguien que estuviera en la misma situación que yo. Llegó la hora, eran las nueve de la noche, cogí mis cosas y salí a la calle oscura iluminada por mi pequeña linterna y llena por mi presencia.

Un kilómetro más allá, vi una figura. Me acerqué poco a poco y lo vi. Era un superviviente como yo, frente a frente, y le pregunté: ¿Quién eres y qué haces aquí? El patidifuso solo observaba mi presencia.

De repente escuché un ruido. Me giré rápidamente, vi una sombra negra y el chico misterioso desapareció. Continué mi camino pensando en él hasta que encontré una casa grande y entré. Esa casa era oscura, tenía comida, agua y habitaciones en buenas condiciones. Así que decidí quedarme. Rebuscando entre los armarios encontré ropa de camuflaje perfecta para salir.

Pasaban las semanas o los meses, no llevaba la cuenta de los días que estaban pasando. Un día vi al chico misterioso, lo invité a mi casa y me presenté:

—Me llamo Betty, vivo aquí desde que mi familia y la gente de mi aldea desaparecieron.

Y él me dijo:

—Me llamo Ben y soy uno de los pocos supervivientes.

Le invité a quedarse en mi casa. Se instaló y de nuevo vi la sombra. Era negra y parecía una nube. Asustada, llamé a Ben, me dijo que esperara, pero la sombra se fue acercando cada vez más y más hasta que lo cubrió.

Pasados unos minutos, Ben desapareció. ¿Adónde fue? ¿Desapareció o se lo tragó la sombra? La sombra se fue acercando hacia mí y desaparecí entre su misterioso humo.

Y sí, amigos, esta es la historia de mi final. Acabó mi vida en la tierra, pero lo que nadie sabe es que tan solo era un portal hacia un lugar terrible.


Sara El Bouhali
Institut Escola 3 d’Abril, Móra la Nova


*Conte premiat en la categoria de secundària en el XI Concurs de microrelats de terror 2020, organitzat per la biblioteca de l'Institut Cristòfol Despuig.

El arrozal


Siempre cuando encuentro a un niño jugando entre los arrozales, le intento contar esta temible historia y éste sale corriendo de inmediato.

Cuando éramos niños, vivíamos en una casita cerca de los arrozales del Delta del Ebro donde mi familia trabajaba en el cultivo del arroz. Mi hermano mayor Ron y yo salíamos todas las mañanas a jugar entre los campos de arroz. Jugábamos a varios juegos como el escondite, Marco Polo...

Una noche de luna nueva se nos ocurrió salir un rato a jugar al escondite. Cogimos la chaqueta, una linterna y un poco de agua por si acaso. Al salir de casa me entró mucho miedo, pero Ron me convenció. Estuvimos jugando un largo rato hasta que empezamos a cansarnos. Estábamos a punto de entrar en casa cuando oímos una voz que decía: “No os vayáis, aún no me habéis encontrado”. Me asusté mucho, pero Ron quería ir a ver qué era. Insistí en entrar a casa, pero Ron consiguió que lo acompañara. Estuvimos mucho rato buscando, pero no encontramos nada. Al volver otra vez hacia casa, oímos un grito y nos giramos de inmediato. Vimos una sombra al fondo del arrozal, así que corrimos para llegar allí lo antes posible. Al llegar no veíamos nada, así que pensamos que habría sido nuestra imaginación. Intentamos irnos, pero se nos habían enganchado unas hierbas en los pies. De repente vimos que unas sombras se nos acercaban. Entramos en estado de pánico. No podíamos salir. Era imposible. Las sombras nos empezaron a coger de los pies, luego de las piernas... hasta que llegaron al cuello. En ese momento nos apretaron muy fuerte y nos arrastraron hacia el interior del arrozal, donde nos susurraban cosas que no lográbamos entender. Me ataron con una hierba en un rincón mientras torturaban a Ron. Intenté escaparme, aunque no quería dejar a Ron allí, pero tenía que hacerlo para pedir ayuda. Uno de ellos me vio y ya no hubo manera de escaparme. Cuando se cansaron de Ron, lo mataron con sus frías manos. Era mi turno y me hicieron lo mismo que a mi hermano. Yo lloraba más por la pérdida de Ron que por el dolor. Quise hacerles daño para debilitarlos, pero estos se enfadaron aún más y fueron directamente al cuello. No podía respirar, así que me hice el muerto para que me soltaran. Deseaba que Ron hubiese hecho lo mismo. Vi como empezaban a descuartizar a Ron para comérselo. Me asusté, me asusté mucho. No quería que me hicieran eso a mí, así que intente escaparme otra vez, pero me oyeron. Al ver que aún estaba vivo, corrieron detrás de mí. Me cogieron y continuaron conmigo. Me descuartizaron vivo.

Nunca encontré los restos de mi hermano. Ni su espíritu. Busqué y busqué durante años, pero no lo encontré, de hecho sigo buscando. Tampoco sé qué habrá sido de mi familia y nunca jamás supe nada más de las sombras. Ahora soy un fantasma que merodea por los arrozales. ¿Entendéis ahora por qué los niños huyen de mí?

                                    
Marta Carles Favà
Institut Cristòfol Despuig, Tortosa


*Conte premiat en la categoria de secundària en el XI Concurs de microrelats de terror 2020, organitzat per la biblioteca de l'Institut Cristòfol Despuig.

¡¡¡Triscaidecafobia o no!!!


Hola a todos. Me llamo Lola Martínez y tengo trece años. Sí, trece, ¡el peor número de la historia mundial! Padezco triscaidecafobia desde que nací. Si os preguntáis qué es, es fobia al número trece. Mi hermano se ríe porque tengo fobia al número trece y no me hace nada de gracia.

Hoy, precisamente, es día 13 de noviembre. ¡Oh no! Todos los años el día 13 de noviembre me quedo en casa por miedo a lo que pueda pasar, pero este año va a ser diferente. Lola Martínez va a salir de casa.

Me vais a decir que estoy loca pero... ¡he visto un fantasma! Bueno, mejor un fantasmita. Es así: de estatura muy muy pequeña, con un sombrero puntiagudo y con una pala en la mano. Podemos decir que es un gnomo de jardín, cosa que me da un poco de “yuyu”. Qué bien. Todas mis peores pesadillas están presentes. ¡Maldito trece! ¡Lo odio!

Ahora estoy en clase de castellano y —que quede entre nosotros— ¡el profe es un zombi! Sí, leí su diario secreto, pero no nos desviemos del tema. El gnomo no deja de seguirme, aunque... Esperad. Acaba de dejar una nota entre los libros. En la nota ha escrito:

A las 13:13 tengo que estar en la calle Morgue n.º 13.

Vaya manía con el trece. Yo pienso ir, pero el problema es que la calle Morgue termina en el n.º 12. Solo hay una opción. ¿Recordáis que os hablé del profesor zombi? Ir a decirle que sé que es un zombi y preguntarle por la calle Morgue n.º 13 es algo raro para los monstruos; sin embargo, el problema es que si le digo que sé que es un zombi, puede que él tenga miedo de que se lo cuente al director, lo despida y me coma el cerebro, pero dudo que lo haga.

Os cuento lo ocurrido. Primera y buena noticia: no me ha comido el cerebro. Le he contado lo sucedido y, ¿adivinad qué? En la calle Morgue hay como una especie de túnel secreto y detrás está la dichosa casa n.º 13. Para entrar tengo que dar este código secreto: El gato plateado se reúne en un viaje a China. Sería agradable cuando el azul y el amarillo se encuentren en el oeste. Pues... ¡vaya código más complicado, ¿no?

Son las 13:13 y ya estoy dentro de la casa. ¡Es una pasada! Resulta que el gnomo se llama Wam y no es un gnomo malo. Resulta que todo este lío solo se ha ocasionado porque querían darme un colgante, como una gema protectora o algo así. ¡Qué monos!

Ahora mismo lo llevo puesto en mi cuello y nunca me lo voy a quitar, porque, sino todos los días trece me van a ocurrir cosas tan raras como esta. Yo, como siempre en el calendario, escribiré 12+1.

Moraleja: A veces tus peores pesadillas no son lo que parecen.


Júlia Segarra Royo
Institut Cristòfol Despuig, Tortosa


*Conte premiat en la categoria de secundària en el XI Concurs de microrelats de terror 2020, organitzat per la biblioteca de l'Institut Cristòfol Despuig.


El terror de una noche


Todo empezó un 31 de octubre en Transilvania en una casa a las afueras de la ciudad. Había una casa no habitada desde hacía unos mil años que estaba a seis kilómetros del centro de la ciudad. Por su aspecto, nadie se atrevía a acercarse y ni mucho menos a entrar. Excepto mi grupo de amigos y yo.

Fuimos la tarde de Halloween y, no voy a mentir, todos teníamos mucho miedo. Empezamos a andar desde el centro de la ciudad hasta llegar a dos metros de las puertas de la casa.

Discutimos para elegir al primero que entraría y, como nadie se ofrecía, lo hicimos a suertes. Le tocó a Max, un niño de mi edad, alto y delgado. Detrás de Max iba Lorena, otra niña de mi edad, de pelo rubio y 1,70 cm de altura. Seguidamente, iban Raquel, Bruno y yo. Todos de la misma edad.

Entramos mirando a todos los rincones con muchísimo miedo. Bruno, que iba el último, nos daba algún susto que otro y dábamos unos chillidos que hasta los pájaros se asustaban.

Cuando tan solo llevábamos tres minutos andando por un pasillo oscuro con muchas telarañas colgando, nos encontramos con un esqueleto en medio del pasillo. Lo saltamos por encima porque queríamos seguir nuestro camino, pero cuando saltó Bruno el esqueleto chilló y nos dio un susto de muerte. Nos cogimos de las manos muy fuerte; estábamos un poco arrepentidos de haber entrado.

—Seguid vuestro camino, pequeños...— dijo el esqueleto con voz terrorífica.

Nos giramos y volvimos a andar. Queríamos llegar a la salida del fondo del pasillo, que todo el mundo sabía que existía. Durante todo el rato notamos a una persona que nos seguía, pero nosotros no nos atrevíamos a girarnos.

Al cabo de diez minutos, vimos una luz. En nuestras caras se dibujó una gran sonrisa; el problema era que al llegar a esa luz que nos alegraba tanto, había tres pruebas que pasar.

En la primera, tenías que pasar por delante de dos robots con solo un metro de distancia entre ellos y que te podían dar con un hacha que subía y bajaba para intentar herir a la persona que pasara. La pasamos todos, aunque a Raquel casi le da en el pie con el hacha el segundo robot.

La segunda prueba consistía en poner la mano en un agujero lleno de telarañas durante tres minutos. Esa prueba era fácil, pero daba muchísimo asco. Todos la hicimos, pero terminamos con las manos llenas de telarañas.

Y en la última, tenías que pasar por cuchillos enganchados en la pared de un, dos y tres metros de longitud. Esta no la pasamos todos, a Lorena, un cuchillo le hizo un rasguño en el cuello que la dejó un poco inconsciente. La tuvimos que sacar de ese circuito entre Max y yo. Pasamos las tres pruebas, la puerta se abrió, subimos a Lorena a nuestra espalda y nos fuimos hasta el centro de la ciudad. Al llegar a la ciudad, Lorena ya estaba consciente. Fuimos a urgencias y le curaron la herida del cuello. Después de eso, nos fuimos a nuestras casas a descansar.

En ese momento, mi madre entró a la habitación para decirme que tenía colegio en una hora.


Miriam Sans Peig
Escola El Diví Mestre, Vilalba dels Arcs


*Conte premiat en la categoria de primària en el XI Concurs de microrelats de terror 2020, organitzat per la biblioteca de l'Institut Cristòfol Despuig.

Laughin Jack

Hola, soy Isaac y os voy a contar mi historia. Bueno, todo empieza en Hocksmaid (Inglaterra) en 1937. Mi familia era muy pobre, por lo cual no podía permitirme muchos lujos, pero cuando cumplí mi cumpleaños número 8, me regalaron una caja preciosa de color rojo sangre, azul cielo y rosa chicle.  

Al girar la manivela, aparecia un payaso altísimo. Su ropa estaba llena de colores, uñas de gato y una nariz como una zanahoria. Él me dijo: «Hola, soy Laughin Jack y seré tu nuevo amigo». Tenía la voz muy suave. En ese momento era muy feliz, ya tenía ¡mi primer amigo! Empezamos a jugar y a reír hasta que mi madre me encontró jugando con Jack y me preguntó:

—Hijo, ¿con quién juegas?
—Hablo con Jack.

Desde ese día mi madre me miraba raro.

Un día fuimos al jardín a jugar con el gato de mi vecina. Jack lo cogió y empezó a ahorcarlo. Mi madre al llegar me vio y me chilló:

—¿¡Qué haces!? ¿¡Estás loco!?

Pero le contesté con una voz siniestra:

—Fue Jack.

Mi madre se quedó paralizada.

Al día siguiente me llevó a un centro para locos durante tres años. Antes de irme, cerré a Jack en su caja y la escondí. Al cabo de los años, Jack se empezó a decolorar y a recordar cuando mató al gato de la vecina. Lo quería volver a hacer. Lo pasé muy mal en ese centro.

Al volver fui adonde estaba la caja y la abrí. Fue lo peor que pude haber hecho. Jack apareció y me dijo: «Hola Isaac (con voz siniestra), tengo un nuevo juego. ¿Quieres jugar?».

Le dije que sí. Él me cogió y me empezó a descuartizar lentamente. Desde ese día me convertí en un fantasma que ayuda a la gente a que no toquen esa caja.


Iratxe Aquilue Ingles
Escola Lluís Viñas i Viñoles, Móra d'Ebre


*Conte premiat en la categoria de primària en el XI Concurs de microrelats de terror 2020, organitzat per la biblioteca de l'Institut Cristòfol Despuig.

La Pesadilla

Hace mucho tiempo, en el castillo del Peñal de la villa de Fuentes, un 31 de octubre, había una mujer vestida con un precioso vestido de tela, la cara blanca como la nieve, los ojos con una mirada maligna, negros como la eterna noche, y los labios rojos como la misma sangre. Aquella mujer era la mismísima reina de las pesadillas y de las tinieblas. Aquella mujer fue condenada por causar el caos y el pánico por la villa, y por dirigir las pesadillas y a otros seres malignos. Su castigo fue permanecer encerrada en la Luna durante... ¡1.000 años!

Justamente antes de que fuera enviada a la luna, Pesadilla lanzó un hechizo sobre el pueblo. El hechizo era que el pueblo viviría en una pesadilla junto a monstruos, vampiros, brujas... Así fue como las criaturas tomaron el control del pueblo durante unos pocos años hasta que la situación se normalizó y todos se mezclaron. Con el paso de los años esa historia se desvaneció, pero siempre corría un rumor: «ese es de sangre pura» (cuando no eras descendiente de vampiros y otras criaturas).  

Era una preciosa tarde y el sol brillaba como el agua cristalina. El pueblo se estaba preparando para la noche de Halloween. Aquella noche el cielo estaba morado como las violetas de la eterna primavera y había un montón de calabazas naranjas como las hojas del otoño. Lo que no sabían los habitantes de la villa de Fuentes era que la Pesadilla volvería tras su castigo. Los niños estaban pidiendo caramelos y comiendo castañas. El hombre más anciano del pueblo salió de su casa y anunció que se deberían quedar en sus casas porque la Pesadilla llegaría de nuevo. Nadie hizo caso y  pensaron que eran cuentos de viejos. Cuando oficialmente llegó la luna llena, el cielo de la noche y la brillantez que resplandecía en la luna, se escuchó un trueno y todo el mundo quedó aterrorizado. No era un trueno cualquiera, era la llegada de la Pesadilla.

La Pesadilla les recordó la leyenda. La gente del pueblo la insultó y después desató una gran tormenta de eterna oscuridad, olvido y sufrimiento con toda su ira, siempre con su cara pálida como cuando nieva en una fría, bonita y tierna noche de invierno. Los habitantes del pueblo olvidaron todo y acabaron siendo horribles criaturas  o narradores de cuentos horribles encerrados y condenados a narrar la misma historia para siempre, es decir, condenados a volver a sufrir el mismo dolor, a abrir la misma cicatriz y a vivir la misma pesadilla cada vez que se abriera el cuento de nuevo. 

¡A lo mejor un día se libran de esta pesadilla!


Mar Pascual Soler
Escola Lluís Viñas i Viñoles, Móra d'Ebre


*Conte premiat en la categoria de primària en el XI Concurs de microrelats de terror 2020, organitzat per la biblioteca de l'Institut Cristòfol Despuig.