Hace mucho tiempo, en el castillo del Peñal de la villa de Fuentes, un 31 de octubre, había una mujer vestida con un precioso vestido de tela, la cara blanca como la nieve, los ojos con una mirada maligna, negros como la eterna noche, y los labios rojos como la misma sangre. Aquella mujer era la mismísima reina de las pesadillas y de las tinieblas. Aquella mujer fue condenada por causar el caos y el pánico por la villa, y por dirigir las pesadillas y a otros seres malignos. Su castigo fue permanecer encerrada en la Luna durante... ¡1.000 años!
Justamente antes de que fuera enviada a la luna, Pesadilla lanzó un hechizo sobre el pueblo. El hechizo era que el pueblo viviría en una pesadilla junto a monstruos, vampiros, brujas... Así fue como las criaturas tomaron el control del pueblo durante unos pocos años hasta que la situación se normalizó y todos se mezclaron. Con el paso de los años esa historia se desvaneció, pero siempre corría un rumor: «ese es de sangre pura» (cuando no eras descendiente de vampiros y otras criaturas).
Era una preciosa tarde y el sol brillaba como el agua cristalina. El pueblo se estaba preparando para la noche de Halloween. Aquella noche el cielo estaba morado como las violetas de la eterna primavera y había un montón de calabazas naranjas como las hojas del otoño. Lo que no sabían los habitantes de la villa de Fuentes era que la Pesadilla volvería tras su castigo. Los niños estaban pidiendo caramelos y comiendo castañas. El hombre más anciano del pueblo salió de su casa y anunció que se deberían quedar en sus casas porque la Pesadilla llegaría de nuevo. Nadie hizo caso y pensaron que eran cuentos de viejos. Cuando oficialmente llegó la luna llena, el cielo de la noche y la brillantez que resplandecía en la luna, se escuchó un trueno y todo el mundo quedó aterrorizado. No era un trueno cualquiera, era la llegada de la Pesadilla.
La Pesadilla les recordó la leyenda. La gente del pueblo la insultó y después desató una gran tormenta de eterna oscuridad, olvido y sufrimiento con toda su ira, siempre con su cara pálida como cuando nieva en una fría, bonita y tierna noche de invierno. Los habitantes del pueblo olvidaron todo y acabaron siendo horribles criaturas o narradores de cuentos horribles encerrados y condenados a narrar la misma historia para siempre, es decir, condenados a volver a sufrir el mismo dolor, a abrir la misma cicatriz y a vivir la misma pesadilla cada vez que se abriera el cuento de nuevo.
¡A lo mejor un día se libran de esta pesadilla!
Mar Pascual Soler
Escola Lluís Viñas i Viñoles, Móra d'Ebre
*Conte premiat en la categoria de primària en el XI Concurs de microrelats de terror 2020, organitzat per la biblioteca de l'Institut Cristòfol Despuig.
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