Sentía como una fuerza sobre humana se apoderaba de mí lentamente, se iba apropiando de cada parte de mi cuerpo de una manera muy dolorosa. Perdía el conocimiento y el control de mis movimientos, mis músculos ya no respondían a las órdenes que yo les daba. Por mucho que intentara con toda mis fuerzas evitarlo, eso era más fuerte que yo.
Sentía un dolor punzante en cada parte de mi cuerpo por donde estaba pasando. Intentando evitar gritar para que no se dieran cuenta de que me dolía; como si eso funcionara. Sabían perfectamente que ese dolor me estaba destrozando por dentro, como sabían que eso que fuera que tenía dentro se estaba apropiando de mi cuerpo como si fuera suyo. Aunque tenia clara esa idea, no gritar me daba una pequeña esperanza para pensar que eso que me estaba pasando no era real, que simplemente era todo un sueño. Pero claro está que eso no era así. Los gemidos me delataban. Pero lo que realmente me delató fue el grito que di cuando el dolor llegó al corazón. En ese momento supe que estaba todo perdido. No había vuelta atrás ni ningún remedio que pudiera curarlo.
El mal, por así decirle a esa cosa, se había apoderado definitivamente de mi ser. Ya no podía hacer nada. Ahora ya no era mía. Había muerto. No era una muerte de ésas que estamos acostumbrados a ver, sino una muerte distinta. Mi cuerpo seguía moviéndose. Pero ahora ya no era yo quien lo controlaba. Simplemente podía quedarme allí gritando desde alguna parte de mi subconsciente. Sin emitir ningún sonido. Mirando con ojos fríos e irreales a esas tres figuras negras que tenía delante. Ahora, estaba bajo su control.
Sara Ortiga Sánchez, 3r d’ESO.
Institut Cristòfol Despuig, de Tortosa.
*Conte premiat en la categoria secundària en el V Concurs de microrelats de terror 2014, organitzat per la biblioteca amb el suport dels departaments de Català, Castellà i Llengües estrangeres de l'Institut Cristòfol Despuig.
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