Su bolígrafo paró de repente. El joven estaba sobresaltado y eso quedaba plasmado en su blanca piel. Tan solo la pequeña lamparita de su escritorio iluminaba la estancia y la oscuridad se comía lentamente la tranquilidad del periodista.
En su cerebro se proyectaron centenares de fotografías de cuerpos sin vida e historias aterradoras sobre aquel sombrío lugar. Su cabeza y cuerpo giraron lentamente hacia atrás y sus ojos se clavaron en el oscuro y vacío baño.
Quería levantarse, pero algo le impulsaba a quedarse clavado en esa vieja silla de madera. Le puso el tapón al bolígrafo y esperó un momento. Ya no tenía ninguna duda, alguien le estaba observando.
Escuchó un ruido que procedía de la puerta de cristal que daba a la terraza. Puso atención en aquel lugar y en la oscuridad divisó una silueta pequeña que abría la puerta.
El ser se adentró en la habitación y anduvo hasta empapar su rostro adorable de niña con la luz de la lámpara. La sangre del joven quedó congelada en sus venas y éste, demasiado horrorizado, no pudo correr.
No hubo gritos esa noche en la ciudad que nunca duerme ni lágrimas ni remordimientos. Tan solo un hombre colgando del techo de una habitación iluminada por una pequeña lámpara y una carta de muerte descansando sobre una mesa.
Esteve Canalda Boldú
Institut Cristòfol Despuig, Tortosa.
*Conte premiat en la categoria de batxillerat i cicles formatius en el VI Concurs de microrelats de terror 2015, organitzat per la biblioteca amb el suport dels departaments de Català, Castellà i Llengües estrangeres de l'Institut Cristòfol Despuig.
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