Me despierto confuso en el rincón de una morada abandonada y decrépita encadenada al mundo con hiedras, y agonizante con las oxidadas y chirriantes bisagras dando alaridos a su tortura por parte del viento. Mi cuerpo me duele demasiado, trato de ponerme en pie pero apenas me sostengo.
La estancia está únicamente iluminada por la luz de la luna que entra de una ventana adyacente a mi posición. Trato de entornar los ojos para ver el entorno con claridad, pero solo llego a divisar una morada desierta de la humanidad e ignorante de mi situación.
Por un momento creo ver una sombra cuadrúpeda moverse en la penumbra de la sala que parece estar observándome. Es entonces que aquella misteriosa sombra empieza a acercarse lentamente. Cuando la luz de la luna que entraba por la ventana la muestra ante mí, me doy cuenta de que es una pantera de piel negro azabache y de ojos dorados como doblones.
La pantera se acerca lentamente con su mirada fija en mí. Mientras que yo, inmovilizado por el miedo y el dolor, me preparo para una macabra y dolorosa tortura.
Pero, ante mis ojos, veo cómo, a medida que se acerca a mi cuerpo moribundo, la pantera mengua en tamaño a la par que en rudeza. Hasta el punto en que, al llegar a mi posición, ya es un gato negro que está lamiendo mi dolorida pierna mientras ronronea a modo de masaje.
Yo lo sostengo como puedo entre mis brazos y lo pongo sobre mi maltrecho regazo mientras le acaricio suavemente la espalda. Mientras hago esto, el gato se duerme a mi lado mientras sigue ronroneando para relajarme.
Y yo, contagiado por la somnolencia del gato, cierro suavemente los ojos y me duermo por última vez con la compañía del único que se preocupó por mí como último recuerdo que llevarme a la otra vida.
Bryan Fernández Ruiz
Institut Sòl de Riu, Alcanar
*Conte premiat en la categoria de secundària en el IX Concurs de microrelats de terror 2018, organitzat per la biblioteca de l'Institut Cristòfol Despuig.
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