Corro por el bosque desesperado. La niebla que le inunda se mezcla con el frío aportando una atosigante sensación de humedad, la noche parece incluso más oscura de lo normal. Hace rato que corro, las gotas de sudor me caen por la frente y empiezo a sentir que me falta el aliento, se siguen oyendo esos tenebrosos aullidos de fondo que retumban por todo el valle. Una sensación de compresión me oprime el pecho, noto como el miedo se cuela dentro de mí, extendiéndose del rincón más pequeño al más grande, comienzo a toser sin control alguno, tropiezo con una roca y caigo al suelo. Me quedo ahí quieto, inmóvil, cierro los ojos con fuerza, me tapo los oídos con las manos y entonces unas imágenes me vienen a la cabeza.
Eran los años veinte, salía de trabajar de la casa grande, la cena se había alargado más de lo normal, se había hecho muy tarde así que aún llevaba debajo del abrigo la ropa de mayordomo. El mundo estaba cambiando, hacía poco que la Primera Guerra Mundial había acabado, tenía suerte de conservar mi empleo aún, ya que se habían dedicado a despedir a la mayoría de sirvientes. Cuando me dispuse a abrir la puerta de casa oí un fuerte aullido, me giré ensimismado por aquella curiosa llamada lobuna. Detrás de mi casa había un pequeño bosquecillo, crucé mi jardín y me adentré en la frondosidad. Cada vez que mis pies entraban en contacto con la tierra notaba como de ella subían por mis piernas un temblor muy extraño. De repente empecé a oír unos gruñidos, me quedé muy quieto. Los temblores se intensificaron, se oía el ruido de mil patas de lobos corriendo a una gran velocidad, incluso se podían percibir sus jadeos. En seco esos ruidos cesaron, tragué saliva asustado, me giré lentamente y al hacerlo un lobo enorme, con colmillos largos y de aspecto tenebroso se abalanzó sobre mí, noté un dolor penetrante en el costado, todo se volvió negro. Al volver a despertar me encontraba corriendo junto a una manada de lobos.
Me sobresalto y me pongo sentado de un brinco, respiro agitadamente, me levanto deprisa, el miedo ya no se apodera de mí, vuelvo a correr, esta vez sintiéndome libre, incluso parece que pueda ir más rápido que antes. Miro a los lados y veo a una manada de lobos corriendo junto a mí.
Cinta Vega Tomàs
Institut Roquetes
*Conte premiat en la categoria de secundària en el IX Concurs de microrelats de terror 2018, organitzat per la biblioteca de l'Institut Cristòfol Despuig.
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