Desde que el mundo es mundo y el agua fluye por los ríos, canales, barrancos y cae finalmente en el mar, siempre han estado presentes en nuestro Cielo dos dioses quienes, complementándose mutuamente, han dado fruto a millones y millones de rupturas las que, aún hoy en día, siguen extendiéndose por todos los continentes visibles, como también por los presentes debajo del fluido terrestre, sin reparo alguno. Dichos seres celestiales gobiernan, cada uno apostando a su favor, todas y cada una de las familias compuestas por más de un solo integrante y se encargan, también, de determinar cada una de las razones que tienen las personas durante su vida por las que rechazar los planes de amigos y familiares. Ambos, tanto el autoritario dios Querer como el humilde dios Poder, están siempre en crisis existenciales en su propio lecho donde se van debatiendo por todas las justificaciones posibles, unas propias de las preferencias y las otras, de la probabilidad.
Maravillosamente, por primera vez en la historia de nuestro kosmos, llegaron a ponerse de acuerdo. Fue el día en que los Dioses de las diferentes religiones monoteístas fueron creados. Ambos personajes celestiales entendieron, después de constantes descensos de la natalidad en las primerizas especies presentes en aquel entonces, que las excusas no daban valor al avance personal de cada uno de los individuos con ánimo de dudas. Hasta aquel momento veían el rechazo como una pelea interminable que acababa en lloros inconsolables por una de las dos partes, más exageradamente insoportables por parte del dios Querer. Así pues, los diferentes Dioses que habían sido creados fueron penetrando dentro de las cabezas de los seres humanos más defensores de la inexperiencia dándoles una razón por la que seguir, mayoritariamente, el camino del no desprecio.
Desde aquel hecho que iba a ahuyentar, en cierto modo, parte del menosprecio del Querer y del Poder se fue dando lugar a un desorden en el que las únicas que reinaban eran las aceptaciones a las propuestas más incomprensibles y absurdas. Conforme iba pasando cada día terrícola, las especies se iban contagiando de una cantidad de enfermedades inimaginables, principalmente las propias de transmisión sexual. Este hecho, entre otros factores (atmosféricos, de falta de suministros…), llegó a dar como como consecuencia, otra vez, a una mayor baja de la natalidad.
Los dioses protagonistas se quedaron hechos piedra. Estuvieron un año y medio echándose la culpa sobre quién de los dos era el que había ordenado la creación de los otros Dioses y, con estos, el mayor caos jamás vivido. Se peleaban día y noche, una expresión inútil, debido a que ellos mismos eran como los astros: el Querer, quien no quería darle la razón al otro, era como el Sol, siempre destruyendo la más mínima intención; el Poder no podía darse por vencido, era como la Luna, quien no era capaz darle lugar al Sol otra vez.
Con tantísimas y tantísimas disputas, todo volvió a la normalidad: el orden, con sus prohibiciones, se instaló de nuevo y los Dioses antisistema de las religiones monoteístas se descompusieron en recuerdos que quedaron como fósiles en en el conocimiento de algunos humanos quienes luego irían propagando la palabra de, según ellos, ‘su perfección’.
David Calvo
Premi del IX Concurs de relats breus 2018, en la categoria de batxillerat en castellà.
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