21 de desembre del 2011

El espantapájaros


Había una vez un granjero que tenía un enorme campo de maíz.

En una noche oscura y triste, cayó un rayo encima del espantapájaros y.... ¡cobró vida! Entonces fue en busca del campesino el cual se asustó al ver su terrible aspecto. Tenía unas larguísimas uñas, la ropa sucia y desgarrada, su aliento era verde y maloliente, su cara de paja era espantosa y su aspecto horrible y malvado.

El granjero huyó dirigiéndose hacia la granja y encerrándose en ella. Estaba sin aliento cuando oyó un ruido. ¡Era el sonido de su tractor!

¡El espantapájaros lo había puesto en marcha!. De repente vio como la puerta saltaba hecha añicos. El espantapájaros se dirigía hacia él con sus garres de largas cuchillas. El campesino se defendió golpeándole con una pala en la cabeza.

Sin comprobar el daño que le había hecho corrió hacia el coche y después de varios intentos, logró salir de allí. Cuando explicó su historia a la policía, no le tomaron en serio y decidió ir a la Biblioteca del pueblo vecino a buscar información.

Allí encontró un libro de leyendas dónde ponía: “1799. Un espanta-pájaros cobra vida y mata a los habitantes de un pequeño pueblo.

La única forma de matarlo consiste en quemarlo con una antorcha.”

Al regresar a su pueblo, se encontró con decenas de cadáveres con heridas en el pecho. Enseguida comprendió que eran los cortes realizados por las garres del espantapájaros. Se armó de valor y entró
en el establo. De repente notó un gran peso sobre él. El espantapájaros estaba arriba en el granero y le había tirado encima la cabeza de su última víctima.

El granjero recogió como pudo una rama y mientras caía y se levantaba continuamente sabiendo que aquel monstruo estaba a punto de alcanzarle, consiguió enredar en ella un trozo de su camisa. Cuando vio acercarse peligrosamente al espantapájaros, cogió con sus manos temblorosas el encendedor del bolsillo y encendió la improvisada antorcha. Un chillido espantoso salía de la boca del espantapájaros mientras se quemaba reduciéndose a cenizas.

Poco a poco, empezaron a salir personas que se habían escondido
en sus casas y rodearon al granjero aplaudiéndolo y dándole las gracias. Desde entonces, nadie ha vuelto a poner un espantapájaros en sus campos.


Joel Castell Andreu


* Conte premiat en el II Concurs de contes breus 2011, organitzat per la biblioteca i els departaments de Català, Castellà i Llengües estrangeres de l'Institut Cristòfol Despuig.