7 de maig del 2011

Territorio prohibido




















Había una vez dos niños, que vivían al bosque con sus padres. Unos padres , de carácter un poco violento. Pero, en el fondo querían a sus hijos y ellos también a sus padres. Una tarde de invierno, donde el viento predominaba con un fuerte viento y un frío que cada vez ganaba más terreno. Pero lo que terriblemente paso aquella tarde no era el espantador frío y viento, si no, que eran los gritos que provenían del oscuro bosque. Con el miedo en las manos de los niños, empezaron a correr hacía donde provenían los gritos. Y al llegar...lo que vieron fue espantador, terrorífico y a la vez tenebroso. Eran sus padres, pero no sus padres, era la ropa. No había rastro de ellos, ni huellas, ni nada de nada. De tanto y tanto miedo, se fueron a casa tan de prisa que llegaron con la cara hecha polvo. Aquella noche durmieron a la habitación de sus padres. Pasaron toda la noche despiertos, hasta que el sueño se penetró al fondo del cuerpo de los niños.

A la mañana siguiente se despertaron y decidieron poner rumbo hacía el pueblo. Por el camino cogieron frutas, porque aquella mañana aún no habían desayunado. Al llegar al pueblo ya era tarde , fueron en busca de la persona más humilde, generosa y hostil del pueblo y comarca. Una comarca, que presentaba muchos delitos aquellos últimos años y en las montañas había mucha cosa por la que pelearse, oro, mina, etc. Pero, al llegar a la casa de Don Germán, que así se llamaba , se encontraron con la sorpresa de qué no estaba. La “ama de llaves”, Sofía, les dijo que hacía dos días que no se presentaba a casa y que denunció a las autoridades de lo sucedido. Aquella noche durmieron y cenaron a casa de Don Germán. Sofía les dijo que a la mañana siguiente irían al ayuntamiento a denunciar lo de sus padres y a la vez lo de Don Germán. Pues sí, aquella mañana se levantaron y desayunaron un exquisito almuerzo. Al acabar, se dirigieron los tres al ayuntamiento. Al “aterrizar” al ayuntamiento…no había nadie, absolutamente nadie. Sofía los dijo que continuaran la ruta ellos solos. Los niños con el pensamiento en sus padres continuaron el camino solos. Cuando el pueblo ya no se podía contemplar con sus propios ojos, y la tenebrosa oscuridad se acercaba cada vez más, ya era tarde, pero aún se podía ver el cielo un poco claro. Cada vez más los niños tenían más miedo. Pero no querían olvidar a sus padres y siguieron el camino.

De momento todo iba bien hasta que una voz obligó a los niños quedarse paralizados. No sabían qué hacer, si seguir o quedarse. Pero la voz les obligó seguir. Al final llegaron a una puerta, de tamaño bastante grande. Aquella voz les ordenó que si querían seguir deberían adivinar una pregunta y que si no la acertaban se quedarían toda la eternidad allí encerrados. Los niños dijeron que sí, que se arriesgaban. La voz les recordó la maldición. Pero, los niños volvieron a decir que sí.

-Bien, pues allí va la pregunta...

-¿De que color es el caballo blanco de Santiago?-dijo.

-Blanco-, gritaron los niños a la vez.

-La habéis adivinado-dijo.

-¿Así, ya podemos travesar la puerta?

-No tan rápido- dijo una voz que salía de detrás de la niña.

-¡Papá!- dijeron los niños a la vez.

Todo era una falsa, la pregunta, Don Germán, el ayuntamiento y los Padres, para haber si los niños sabían buscarse ellos solos la vida con el hecho de no ir al cole. Y así era. La semana siguiente se trasladaron al pueblo gracias a la colaboración del ayuntamiento y los demás. Y como tenia de pasar, los niños empezaron el cole.

Esa fue la historia de dos niños que sabían los que tenían que hacer por conseguir su propósito.


Adrià Machí Caballé, 1 ESO A


* Conte premiat en el Concurs de contes breus 2011, organitzat pels departaments de Català, Castellà i Llengües estrangeres de l'Institut de Tortosa.