Una noche cualquiera me desperté; sentí la necesidad de salir. Estaba confusa y había descansado mal, pero algo me empujaba a hacerlo. Me notaba el cuerpo helado, no sentía las manos y mis piernas se movían solas. Era de noche y se veían niños disfrazados de esqueletos y fantasmas: debía ser Halloween. Creo que cuando era pequeña era una de mis celebraciones favoritas, aunque ya casi no tengo recuerdos de esa época.
Fui andando por las calles, sola, sin un destino al que llegar. Vi a un grupo de chicos más adultos que parecían ir de fiesta, la mayoría de ellos pasó de largo con indiferencia. Uno de ellos se separó del resto, me preguntó por qué estaba sola y me dijo que parecía desubicada. Era dulce, amable, tranquilo. Se sorprendió al tocarme la mano, me aseguró que parecía de cristal y me dio su chaqueta. Pude oler de golpe su aroma. Nunca nos habíamos visto antes, pero empezamos a acercarnos y a cogernos confianza.
A cierta hora quiso ir a su casa, puesto que empezó a ventisquear y se fue dificultando la visión. Además, sus padres no estaban y sería un lugar más seguro e íntimo que cualquier otro. Allí fuimos aproximándonos cada vez más, sin tener en cuenta el tiempo que transcurría de manera abrupta. Sus manos emitían el calor de una hoguera; su voz, cálida, me relajaba con solo sentirla y sus labios suaves parecían rosas en llamas. Él quería saber más de mí, pero yo sabía tanto de mí misma como él. Mi memoria no irrumpió sino con el sonido de las campanas de media noche: mamá, papá, Lisa, nuestra casa, el coche, gritos, un accidente. Fui un momento a la cocina y me escondí un cuchillo en el abrigo. Fue con el último beso, el más intenso, con el que me decidí. La hoja atravesó su cuello mientras nuestros labios aún se acariciaban. Se fugaron algunas lágrimas de mis ojos y ya no volvió a abrir los suyos. Lo acomodé en mi regazo hasta que llegó el albor. Mi cuerpo se fue debilitando con los primeros rayos del sol, hasta que me desvanecí del todo. A partir de ese momento por fin estaríamos en el mismo lugar, juntos, para siempre.
Enric Esteve Pons
Institut Julio Antonio, Móra d’Ebre
*Conte premiat en la categoria de batxillerat i cicles formatius en el X Concurs de microrelats de terror 2019, organitzat per la biblioteca de l'Institut Cristòfol Despuig.
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