19 de gener del 2020

Al otro lado de la ventana


Cuando estoy sola en casa me gusta ver alguna película, básicamente para no sentir miedo al oír algún ruido de mi viejo hogar. En el comedor tengo un enorme cuadro de un retrato de mi bisabuelo. Si os soy sincera, ese cuadro me da un poco de mal rollo, pero a mi padre le hace mucha ilusión tenerlo ahí y yo no soy nadie para decirle que me da miedo ese retrato, al fin y al cabo es su abuelo.

Esta historia empieza un día en el que, como muchos, estaba sola en casa. Supongo que no hace falta que diga que era de noche, ya que esto que os estoy contando es una historia de terror. Me puse a ver una película, sintiéndome protegida al estar cubierta por mi escudo: una simple manta.

Los nervios entraron a mi cuerpo disparados al oír un golpe en la ventana. Desvié la mirada un segundo hacia el cristal, y volví a mirar el filme. “La casa es vieja”, me dije, “es normal que haga ruidos”.

Mi corazón reventó al percibir la silueta de un hombre al otro lado de la ventana. El pulso era notable en todas las partes de mi cuerpo. Empecé a sudar al ver como la silueta levantaba la mano y volvía a llamar a la ventana, esta vez con golpes lentos. Mis manos sentían un hormigueo sempiterno y mi mandíbula no tenía separación entre los dientes de abajo y los de arriba.

Los golpes en la ventana cada vez eran más fuertes, mi cuerpo se sentía paralizado y las palpitaciones de mi corazón me tapaban los oídos.

De repente la silueta se transformó en un rostro, un rostro que me resultaba familiar. Al observar el cuadro de mi bisabuelo, me dí cuenta de que su retrato había desaparecido, y su rostro se encontraba al otro lado de la ventana de mi casa.


Georgina Canalda
Institut Cristòfol Despuig, Tortosa


*Conte premiat en la categoria de batxillerat i cicles formatius en el X Concurs de microrelats de terror 2019, organitzat per la biblioteca de l'Institut Cristòfol Despuig.