Oía sus pasos tras los míos, lentos, demasiado cerca. Aceleré mi andar, también lo hizo. La luna brilló ese día con fuerza; incompleta, se asomaba tras las rojas luces urbanas imponiéndose sobre ese paisaje humanizado. Miré hacia atrás, pero la lluvia copiosa me impidió ver su rostro encapuchado. Inconscientemente, seguramente debido a la incomodidad que el agua me provocaba al traspasar mis zapatos. Seguí aumentando progresivamente la velocidad de mis pasos, me imitó instantáneamente. Al percatarme de esto eché a correr, me siguió. Mis piernas desnudas se mojaban, salpicadas por los charcos que iba pisando. Las calles desiertas me devolvían el sonido de mi respiración forzada, agotada.
Tras una esquina entré en un viejo portal que, con la puerta entreabierta, me invitó a refugiarme en su interior. Una vez dentro, me quité la capucha y empecé a subir las carcomidas escaleras de madera que emitían graves quejidos bajo mis zapatos empapados. Al llegar al tercer piso me detuve a recuperar el aliento, que ahora sonaba aún con más intensidad, pero reemprendí mi huída en cuanto oí que las escaleras volvían a quejarse abajo.
Llegué a la azotea, abrí la puerta con un golpe que retumbó en el rellano, pero enseguida fue enmudecido por el son del chubasco eterno. Me puse la capucha de nuevo y salí sin esperanzas ya de huir exitosamente. Busqué una posible salida, pero no hallé más que esas luces urbanas, en las que me perdí unos instantes.
El estallido de la puerta me devolvió al momento. Andaba tranquilamente, con la cabeza baja, se acercaba a mí, yo retrocedía al mismo tiempo hasta que topé con el muro que nos separaba del abismo. Levantó la cabeza y vi su rostro por primera vez, lo reconocí enseguida: mirar esos tristes ojos glaucos era como verme en el reflejo de un lago helado, su persona era el más hermoso espejo donde he podido mirarme. Me confortó con su mirada, sostuvo mi mano en la suya, no intenté retirarla, subió al muro y yo le seguí. Miré al horizonte, el sol se asomaba tímido, pero la luna brillaba con más fuerza, dimos un paso hacia ella.
Frida Fernández
Institut Julio Antonio, Móra d’Ebre
*Conte premiat en la categoria de batxillerat i cicles formatius en el X Concurs de microrelats de terror 2019, organitzat per la biblioteca de l'Institut Cristòfol Despuig.
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