Cuando Soumia Aboualla se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertida en un monstruoso insecto.
No podía creer lo que estaba viendo, un cuerpo enorme y unos tentáculos resbalando por su cuerpo. Como no podía aguantar la agonía de no saber que estaba pasándole, rompió a llorar.
Ante la confusión no sabia como reaccionar y sólo pensaba en como reaccionaría su marido cuando volviera de trabajar.
Un miedo que nunca había sentido recorría por todo su extraño cuerpo, cuando escuchó que la puerta de entrada se estaba abriendo, entonces se escondió rápidamente debajo de la cama y escuchaba como su marido la llamaba buscándola.
Mientras él la buscaba, ella debajo de la cama empezó a reflexionar que no podía estar escondida por mucho tiempo, ya que un día u otro él se enteraría. Por eso decidió con mucho coraje contarle lo que le pasó.
Camino con dificultad hacia donde se encontraba su esposo, y le sorprendió la reacción de él al verla, y es que no era de esperar que su marido se partiera de la risa y que le dijera que carnaval ya había pasado, que dejara de hacer tonterías.
Pero de repente a él se le acabaron las risas cuando observó que los tentáculos que le intentaban abrazar eran reales, sus manos rechazaron con crueldad al extraño bicho que un día fue su mujer de carne y hueso. Empezó a ofenderla, diciéndole que nunca podría estar con una cosa tan horrorosa y que en el fondo ella siempre había sido un bicho y que le daba asco.
Soumia se sintió humillada y atemorizada de que le hiciera daño y se encerró en la habitación. Encerrada entre cuatro paredes, empezó a mirar unas fotos, fotos en las que estaba ella con su cuerpo de antes. Entonces un anhelo profundo empezó a invadirla y lloró y lloró como nunca. Pensaba que si volvía a ser como antes su marido volvería a quererla.
Las palabras de rechazó de su marido se clavaron en su extraño corazón y cada una de esas palabras que iba recordando, tenían un efecto estremecedor sobre su cuerpo, ya que hacían que se le volviera cada vez más pequeño. Recordando y recordando, su cuerpo se alteraba hasta el punto en que disminuyó tanto que desapareció. En ese momento, lo único que quedaba de ella eran las lágrimas que dejó caer sobre sus fotos.
Soumia Aboualla