1 de juny del 2018

Amor materno-filial



El instinto maternal es científicamente algo innato. ¿La convertía eso en algo fuera de lo normal? ¿En una aberración?

Cuando Hijo nació, Madre lloró. Lloró de dolor. Lloró desconsolada a brazos de su propia Madre, maligna que se sentía. ¡Qué Madre no amaba a su Hijo! Lloró de tristeza por no haber dedicado su llanto al ser que había estado creciendo en sus entrañas durante los últimos nueve meses. Habría preferido sonreír y cantarle una nana. Cambiarle la ropita. Limpiarle el culete. Pero ahí se encontraba, mirando a Hijo como si fuera un completo desconocido. Y fue ahí donde empezó todo. Reproches, berrinches e insultos.

¡Unfähige Mutter!— repetía Padre. Y ella sabía que las palabras que escupía su marido eran totalmente ciertas.

Un día mientras Hijo dormía en su cesto, Madre lo visitó y lo cogió en brazos. Había oído que era una sensación enternecedora, que el vínculo entre una buena Madre y un Hijo era de otro mundo. Sin embargo, al tocar esa criatura caliente y suave, un escalofrío le subió a lo largo de su espina dorsal. Caminó con el bebé en brazos hasta el baño, donde se vio en el espejo. Se desnudó lentamente, observando todas y cada una de las marcas que le habían dejado aquel embarazo. Contó todas sus estrías. Estrujó su piel flácida y acarició su línea negra. Se acercó al espejo a tan corta distancia que podía ver todos los poros de su cara. Sus ojeras. Sus primeras arrugas. Y quebró el espejo con un golpe seco.

Anduvo hasta la tina, la llenó y se metió con el bebé en brazos. Y decidió que ninguno de los dos podría ser feliz.


Mariam Ouacif

Premi del IX Concurs de relats breus 2018, en la categoria d'ESO en castellà.

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