21 de juny del 2017

El jardín de senderos que se bifurcan



Una lámpara ilustraba el andén, pero las caras de los niños quedaban en la zona de sombra. Encendí una cerilla y me aproximé. Les dije: “A estas horas de la noche no deberíais ir solos por la calle, ¿dónde están vuestros padres?”. El mayor de los dos me respondió: “Papá y mamá están muertos”. Al oírlo me estremecí. No esperaba tal respuesta. Entonces recordé mi triste infancia en la residencia de huérfanos y me dije: “No puedo dejar que les pase lo mismo”. Les invité a venir conmigo a casa y aceptaron. Estaban sucios, malolientes y llevaban la ropa desgarrada. El más pequeño tenía una gran herida en la pierna y apenas podía caminar. Llegamos a casa y encendí la chimenea. Cuando me vieron llegar con dos hogazas de pan, chorizo y agua la cara se les iluminó de alegría. También les traje ropa para cambiarse. Más tarde, al más pequeño le pregunté si quería que le curase la herida. Con mirada tierna me dijo: “Sí, por favor, me duele mucho”. Para ello, utilicé agua y jabón y después le puse un vendaje. Una vez terminado, el niño me dio un beso en la mejilla. Y por primera vez en la vida, me sentí querido.


Mariona Verge Pellisé, 2n de batxillerat

Guanyadora de 2n de batxillerat del concurs de redacció Borges Babel, organitzat pel departament de Castellà el curs 2016-2017.



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